Veinte mil palabras (doscientos cuentos de cien palabras)

1. El payaso triste – Noviembre 06, 2009

Era un payaso que alegraba a grandes y a pequeños. Era el mejor de la historia. Cuando actuaba nadie podía sustraerse a su encanto. Los niños lo adoraban, los mayores lo mimaban. Pero en la oscuridad del camerino daba rienda suelta a su desconsuelo. Una antigua dolencia física minaba sus cada vez más escasas fuerzas consumiéndole la vida y un reciente desengaño amoroso completaba un dolor que se hacía más y más insoportable. Cada acto parecía ser el último, pero siempre se escuchaba el golpe en la puerta y la voz que decía: «Firulete, a escena. La función debe continuar».

4. La paz y la guerra – Noviembre 06, 2009

John salió de la trinchera donde ocultaba los miedos y comenzó a caminar. Las bombas explotaban a su alrededor levantando trozos de ese suelo extraño que le tocara combatir. Mientras avanzaba con la bayoneta calada, pensaba en su Alabama natal: en los prados florecidos en verano, el rojo de los árboles en otoño, los niños jugando, los jóvenes en bicicleta, las adorables mujercitas, su vecino coreano, una persona amable y entrañable. Repentinamente, saltando de entre las matas, el enemigo lo enfrentó. Vio un rostro que le recordaba otro rostro; unos ojos rasgados que evocaban otros ojos. Casi sin advertirlo, disparó.

6. Nunca se enteró – Noviembre 06, 2009

Vivía desfasado en un tiempo que no lograba comprender. Se despertaba al mediodía para desayunar y almorzaba a media tarde. La merienda era religiosamente a las veintiuna y cenaba a las dos de la madrugada. Sin radio ni televisor, leer los diarios de una semana atrás era su único contacto con la realidad. No se le conocían amigos o familiares ni hablaba con nadie personalmente o por teléfono. La fecha de la computadora de su oficina atrasaba dos meses. Un día se murió y nadie se enteró. Lo enterraron un año más tarde, solo, en el jardín de la casa.

7. Las medialunas y el café (cuento de un enamorado triste) – Setiembre 29, 2009

Sentado a una mesa frente a la ventana del viejo bar, había terminado el quinto café y la décima medialuna. Miraba hacia la calle, esperando el paso del motivo de sus desvelos. Repentinamente la vio venir y sintió el deseo irrefrenable de salirle al encuentro. La amaba con desesperación, pero ella no lo sabía. Detuvo el impulso al ver que se encontraba con un hombre bastante más joven que él. Se abrazaron y besaron con pasión. Entonces supo que todo estaba perdido, que su ilusión era vana. Miró hacia el mozo y le dijo: “Traeme otro café con dos medialunas”.

8. Cuento inconcluso – Setiembre 29, 2009

Se despertó sobresaltado. No sabía dónde estaba ni cómo había llegado allí. Un fuerte dolor le atenazaba la cabeza, que parecía a punto de estallarle. Recordaba vagamente la noche anterior: copas, música desenfrenada, luces sicodélicas… y María. Reaccionó de repente. Miró al lado, pero en el lecho no había nadie. Tocó las sábanas para comprobar si estaban tibias, pero le devolvieron una caricia helada. Nadie había dormido con él ni junto a él. ¿Qué habría pasado con María? ¿Dónde estaría ella ahora? Sonó el teléfono. Indeciso, tomó el auricular para oír una voz femenina que le decía “Hola”. Era María.

9. Juan y la soledad – Setiembre 29, 2009

Juan amaba la soledad. Se refugiaba en ella para encontrar lo que llamaba “el paraíso perdido”. Alguna vez había compartido la vida con una mujer, pero ahora estaba solo y lo disfrutaba. Amaba leer los clásicos, escuchar música, escribir cuentos en la computadora portátil y soñar. Odiaba que invadieran su intimidad e interrumpieran sus fantasías, pero secretamente esperaba que la oportunidad golpeara a la puerta. De repente escuchó un golpe, dos, tres… ¿Sería la oportunidad? Se levantó de un salto y abrió. Era Alicia, la vecina, quien, mientras le extendía una taza, le dijo: “¿Me prestás un poco de azúcar?”.

11. Partido desparejo – Diciembre 25, 2009

Era un match desigual. Por un lado, el equipo de los jóvenes de  entre veinte a treinta años. Por el otro, los ancianos, con sus más de setenta. Comenzó el partido y rápidamente la juventud se impuso: uno, dos, cuatro, siete a cero. Parecía que la cuenta no tendría fin. Repentinamente, un anciano cayó al piso completamente exhausto. En tanto lo atendían, un octogenario delantero tomó el balón y corrió hacia el arco vacío. Con el resto de sus fuerzas pateó y convirtió el tanto. ¡Victoria! Habían apostado que si hacían un gol, un solo gol, ellos ganaban el partido.

13.  El titiritero – Setiembre 13, 2010

¡Qué buen titiritero! ¡Cuánto lo querían los niños! Cada vez que anunciaba una función la plaza se llenaba. Los muñecos bailaban al son de la música que brotaba de un viejo fonógrafo y las voces se multiplicaban en su mágica garganta. Un día, sin embargo, no acudió a la cita. Una inesperada enfermedad había paralizado las manos maravillosas. Ya no danzarían los títeres en los dedos sabios. Los niños se enteraron y fueron a visitarlo. Llevaron sus propias marionetas hechas con calabazas, cartón y retazos de género y armaron una función. Entonces, el viejo maestro se convirtió en privilegiado espectador.

14.  Sin rumbo – Setiembre 13, 2010

Caminaba por la ribera sin rumbo fijo buscando no sabía bien qué. Los ojos parecían perderse en la inmensidad de un mar en calma aunque en realidad miraba dentro, buceando en los propios pensamientos. Repetía en los oídos una música que sólo él oía y recibía en la piel el fresco de la tarde mientras continuaba andando. Repentinamente se detuvo. Miró hacia la serena superficie y se vio reflejado como en un espejo. ¿Era él esa figura flaca, macilenta, demacrada…? Abandonó los zapatos, se desnudó, suspiró una última vez y se arrojó a las aguas. ¡Por fin se había encontrado!

15.  Su recuerdo – Setiembre 13, 2010

Cantaba con una voz suave, casi imperceptible, dulce como el goteo de un almíbar secular. Cuando callaba eran los ojos los que entonaban una triste melodía de amor. Dormida, todo el cuerpo reflejaba los sueños deliciosos, musicales, cálidos, que poblaban su interior. Todos querían compartir esa presencia de serena alegría capaz de iluminar la noche. Un desafortunado día la voz enmudeció, pero los ojos mantuvieron vivo el canto. Otro día los párpados se sumieron en el silencio, pero los sueños continuaron brillando en la oscuridad. Otro, al fin, se durmió para siempre y sólo quedó de ella, imborrable, el recuerdo.

17. El viaje – Diciembre 25, 2009

«Señores pasajeros, bienvenidos a bordo del vuelo AZ403 con destino a Marte…».  La voz del comandante sonaba metálica, precisa. El pasajero se acomodó en el asiento, ajustó su cinturón, suspiró. ¿Cuántas veces había imaginado este viaje? Tres largos años de preparación le había demandado alistarse para la aventura. Lejos quedaban los sacrificios realizados para ser elegido. Y ahora estaba allí, pronto a zarpar, en la que era su última oportunidad. La voz habló de nuevo, ahora con un tono ligeramente culpable: «Señores pasajeros, lamentamos informarles que por insalvables inconvenientes técnicos hemos debido suspender el viaje. Los esperamos el año entrante…».

19. Pensamientos – Octubre 12, 2009

Abrió la puerta, apuntó cuidadosamente y disparó. La bala se detuvo en el aire, atajada por mis pensamientos. ¡Cuánto habíamos disfrutado de nuestra relación! ¡Cuántos momentos de pasión, ternura y amistad nos habían envuelto! Hasta que se cruzó en mi vida Irene, la secretaria del gerente. Nos enredamos en un círculo sin salida, del que todos eran conscientes, excepto nosotros tres: Irene, yo… y Mabel, mi hasta entonces dulce esposa. Luego, ambas se conocieron y todo terminó entre nosotros. Me quedé completamente solo… Repentinamente los pensamientos se detuvieron. Pregunté: “¿Mabel? ¿Irene?”. La bala me alcanzó y todo se volvió negro…

20. Literalmente – Octubre 12, 2009

Juan era una persona muy simple, de una simplicidad rayana en la ingenuidad. Para él no existían las segundas intenciones. Todo lo interpretaba de un modo literal. Una vez comenzó a contarle a María el problema que había tenido en el trabajo. “¡No me digas!”, acotó ella. Entonces él se quedó callado por un momento y luego cambió el tema de la conversación. Otro día convinieron en encontrarse para que la ayudara a cambiar de lugar unos muebles. “Cuento contigo”, le dijo María. Juan le preguntó: “¿Quién es Tigo?”. María se enojó y le respondió: “¡Morite!”. Entonces Juan se murió.

21. Disciplina – Octubre 12, 2009

“¡Alinear…sé!”. La orden sonó imperiosa, acentuada en la sílaba final. Cada miembro del grupo se movió buscando su lugar en la fila y tomando distancia respecto de los demás. Pronto la columna se convirtió en una fina línea recta, sin intermitencias, que parecía llegar al infinito. “¡Media vuel…tá!”. Nuevamente la orden movilizó al batallón, que, como si fuera un solo ser vivo, giró sobre sí y quedó mirando al poniente. “¡De frente… March!”. La fila avanzó semejando una línea recta dibujada sobre papel en movimiento. Pronto el ejército se perdió en el horizonte… Es que las hormigas son así, disciplinadas.

22. Cerrazón – Diciembre 25, 2009

La noche cayó sobre nosotros sin aviso previo. El cielo se cerró completamente y la oscuridad impuso su dramática presencia. No se atisbaba el rastro de una sombra a más de un metro. Decidimos detener la cuatro por cuatro y esperar. De pronto, algo así como un chasquido seco precedió a un breve grito contenido. Nos quedamos estáticos adivinando nuestro mutuo miedo. ¿Qué habría sucedido? Encendimos los focos delanteros del vehículo justo para ver cómo un musculoso puma arrastraba al venado que acababa de cazar. Lo miramos azorados; nos miró desafiante. Luego, lentamente, continuó con su tarea, sin darnos importancia.

29.  ¿Causa – efecto? – Mayo 17, 2010

(Esta historia fue desarrollada a partir de una idea aparecida en la sección de Anécdotas infantiles de la revista “Viva” del domingo 10 de marzo de 2002)

Los días de lluvia María cocinaba pastelillos para matar el tiempo. Una vez que se produjo una sequía que duró cuarenta noches, su hijo le pidió: “Madre, amase pasteles, a ver si hace llover”. Ella sonrió, pero armó la masa y comenzó a fritarla. Apenas puso el amasijo en la olla, unas tímidas gotas comenzaron a caer. Y a medida que avanzaba, la lluvia se volvía más intensa. La familia festejaba el diluvio mientras comían pasteles. Al terminar la cena, el chaparrón cesó. Desde entonces, cuando se anuncia una sequía, María prepara sus pasteles y la lluvia cae de inmediato.

30.  Ladrón de tumbas – Mayo 17, 2010

Era el ladrón de tumbas más famoso y efectivo de todo Londonderry. Sus trabajos tenían un sello inconfundible: violaba las puertas de los monumentos sin romper las cerraduras, abría los túmulos, robaba lo que hubiera de valor y desaparecía sin rastros. Trabajaba a la débil luz de una antigua lámpara de aceite que apenas iluminaba los cajones. Una noche de tormenta en la que los rayos momificaban las sombras, abrió un catafalco que prometía contener muchos tesoros. Cuidadosamente levantó la tapa y vio… ¡su propio rostro! Lo encontraron muerto al lado del cajón, dentro del cual relucía un viejo espejo.

31.  El mago – Mayo 17, 2010

“Señor, ¿me da una moneda para comprar pan?”. “No, te daré pan”. Y haciendo un pase mágico, sacaba de la capa una crujiente baguette. De sus manos surgían y se esfumaban las cosas y personas más impensables: anillos, relojes rotos a martillazos que luego devolvía funcionando, objetos de la gente, sus propias ayudantes. Un día anunció el truco máximo: se evaporaría ante la vista de todos. Se reunió la multitud. Apareció el mago con su negra vestidura. Se envolvió con la capa, dijo las mágicas palabras… y nada. Repitió la escena varias veces. Lentamente, todos se fueron a sus casas.

34. Caída libre – Abril 1, 2011

Bajaba bogando en su canoa por el río contemplando atentamente el fantástico paisaje. Enfiló hacia la costa para evitar caer en la cascada que se despeñaba treinta metros en caída libre. Ató el bote a las raíces de un gran árbol de la orilla y lentamente se dirigió hacia la montaña por una senda apenas dibujada. El sol pegaba de pleno y lo cegaba. Resbaló en el musgo húmedo y comenzó a caer. Trató de gritar pero la voz no le salía. Rebotó contra el suelo. Como pudo, tomó la sábana y se volvió a acostar, maldiciendo sus luminosas pesadillas.

35. Vergonzoso – Abril 1, 2011

Viajaba sentado en el asiento del micro, distraído, sumido en sus propios pensamientos y sin contemplar al resto del pasaje. En la siguiente esquina notó que una presencia femenina se sentaba en el asiento contiguo. Quiso mirarla pero el pudor se lo impidió. Intentó por el reflejo del vidrio, con el rabillo del ojo, pero todo fue en vano. Simulando buscar la altura de la calle, giró la cabeza para verla de frente, justo en el momento en que la anciana bostezaba mostrando una dentadura incompleta y manchada. Se bajó en la próxima parada, diez cuadras antes de su casa.

36. ¡Me siguen! – Abril 1, 2011

La joven bajó del micro sintiéndose seguida. Una sombra tocaba su sombra y unos pasos acompasaban los suyos. Apuró la marcha y su presunto seguidor hizo lo propio. La desesperación la invadió. Era de noche, no había nadie en la calle y sentía miedo. Comenzó a pensar aceleradamente qué hacer. Se le ocurrió una idea. Abrió la puerta de reja de una casa y entró. Su perseguidor hizo lo mismo. Decidió enfrentarlo. Se dio vuelta, lo miró y le dijo: «¿Por qué me persigue?». Él la miró, sonrió y preguntó a su vez: «¿Por qué se metió en mi casa?».

41. El espejo partido – Enero 14, 2011

Rajado en tres porciones desiguales, el espejo mostraba realidades diversas y ciertamente incompatibles. Sobre la astillada luna izquierda, el pasado se reflejaba con la nitidez de la memoria, como si los hechos que nos marcan para siempre formaran parte del ayer cercano. En el medio fulgía la realidad presente, tal como el día se animaba a simularla, cambiando tenazmente, haciendo cierto lo que hasta el instante previo no lo era. Y en el paño derecho asomaba un futuro brumoso que sólo se dejaba adivinar.  Pero ese día de mayo, por la tarde, el espejo se partió en una cuarta parte…

46. Frío – Enero 14, 2011

Hacía frío, mucho frío. Nunca antes había sentido tan intensamente la sensación de desamparo ante la muerte. Un frío glacial e insoportable le atravesaba la carne como punzantes agujas y la piel acartonada no lograba recobrar la temperatura de la vida. La cabeza le pesaba y los reflejos no le respondían. La rigidez de los miembros y el color cadavérico le anunciaban que algo estaba mal. Se incorporó como pudo, centímetro a centímetro, en la medida de sus miembros entumecidos. Poco a poco volvió a caminar. Tomó una decisión: ¡Nunca más en verano volvería a dormir en la cámara frigorífica!

48. La gota de agua – Enero 14, 2011

Se despertó sobresaltado. Abrió un ojo y escuchó con atención. En el silencio de la noche podía oír con claridad el sonido del agua golpeando contra el piso. Alguien había dejado mal cerrado el grifo. Implacable, cada gota retumbaba en su cerebro mientras seguía desgastando la baldosa. Los nervios parecían a punto de estallarle. Se revolvió en el lecho procurando conciliar un sueño inalcanzable pero no lo consiguió. Refunfuñando, pensó en levantarse a clausurar el robinete y terminar con el martirio. Abandonó la idea de inmediato. Después de todo, por más que quiera, un gato no puede cerrar una canilla…